Fruto del estrés, el desgaste o el envejecimiento y muy a menudo, a causa del uso de productos no adecuados, nuestras uñas pueden volverse amarillentas, escamosas o perder su brillo. La perdida de elasticidad es un claro síntoma de desnutrición y deshidratación; ello nos puede acarrear problemas mayores como la aparición de grietas, la ruptura de la uña y posibles infecciones.